viernes, 12 de enero de 2007

CARNAVAL DE BAHIA

Cuatro días para ser negro

Por Gustavo Ng


A ver quién se atreve a meterse por un agujero en el siglo XXI, al territorio ferviente en que se agitan los demonios de la jungla. En el carnaval de Bahia viene a estallar en el presente el futuro del África que aún no llegó. Los tambores y los coros de los negros y los negros de la tribu danzando han evolucionado. En Bahia la música llena el mundo tronando desde camiones gigantescos como naves extraterrestres que cargan toneladas de amplificadores. En la cima, como minúsculos muñequitos van los músicos, y desparramados alrededor como un océano de alimañas enloquecidas de alegría, van negros, indios, blancos, humanos de todos los colores, disfrazados de todas las cosas, bailando, bailando, bailando. Bailan los mismos ritmos del fondo de los tiempos, adornados con los mismos caracoles y las mismas ropas blancas, alimentados aún de pescado, cerdo y frutas, adorando los mismos dioses chispeantes y tremendos, y festejando que se liberaron de la esclavitud.

Esto dura unos pocos días: a ver quién se aguanta seguirle el ritmo a los bahianos, que se han guardado siglos para esta fiesta y que se largan a las calles sabiendo que este carnaval puede ser el último.

Quien entienda eso y a quien le responda el cuerpo, podrá celebrar estos días finales de alegría fugaz bailando y cantando sin parar durante esta maratón de cuatro días enloquecidos.
Las naves extraterrestres rodeadas por cardúmenes infinitos de bailarines en éxtasis se llaman tríos eléctricos. Puede uno mezclarse allí, pagando una entrada. También es posible sumarse a un bloco: clubes que salen a festejar con sus grandes grupos de percusionistas, sus cantantes y su multitud vestida con los trajes y colores que los identifican. Si se siente la vocación de saltar de una cosa a otra, agitándose libremente, uno se habrá convertido en una pipoca (palomita de maíz), entre muchas otras. Luego están los camarotes, lugares en los que se puede bailar mirando la fiesta en las calle, y también hay cientos de clubes y barracones en que la fiesta privada se hace pública y la pública, privada. Se montan escenarios en las zonas de Cajazeiras, Periperi, Itapuã y Liberdade, barrio de 500 mil almas donde está la mayor concentración de afro-descendientes de la ciudad.

Los tríos eléctricos y los blocos andan por recorridos. Los recorridos son tres: Dodô, junto al mar, preferido por los universitarios y los adolescentes; Osmar, donde circulan los blocos más tradicionales y en el que la fiesta comienza a la mañana, y Batatinha, por la zona que es Patrimonio Cultural de la Humanidad. Son 25 kilómetros por las calles de Bahia para gastarse los pies y reventarse la garganta danzando y cantando. Con lo que no se habrá hecho nada diferente a lo que hacen dos millones de nativos.

Esta es la emperatriz de las fiestas callejeras del planeta. El carnaval fue llevado al Brasil por los portugueses. Llegó como celebración en la que no se sabía dónde terminaba lo cristiano y dónde empezaba lo pagano, y los negros resolvieron el problema llenándolo con sus cosas. Bahia es una lonja del corazón de África. No eran lo que se dice pasivos, los negros forzados a la esclavitud, e hicieron de todo para zafarse —hasta crearon Palmar, un estado independiente en medio de la selva americana. Y aunque fueron vencidos, las luchas de sus antepasados les dan esperanzas. También les dicen quiénes son. Todo eso tiene el carnaval, cosas de negros: su canbomblé, su capoeira, la música y la danza, sus sociedades, sus batallas de resistencia.

Los portugueses aportaron una fiesta en la que los reyes se hacían pobres y los pobres, reyes. Pues bien, dijeron los negros, si es nuestra fiesta, los negros esclavos seremos libres, los negros pobres seremos ricos, los negros condenados seremos rescatados por la alegría. Y entre ellos puede uno mezclarse, entre dos millones de barones hambrientos, napoleones retintos y pigmeos de boulevard que bailan y bailan y bailan.


Capoeira

Ahora hay chicas, pero antes eran sólo hombres, muchachos, que hacían esa danza alucinada, lenta y rápida, siguiendo de un modo extraño el ritmo del berimbau —el que parece un arco, con su única cuerda—, el atabaque —el tambor apoyado en el suelo— y el pandeiro —el tambor más pequeño. En las plazas, las playas, los lugares turísticos y también en lugares exclusivos se desarrolla esta plena jactancia de flexibilidad y control mágico del equilibrio. Casi tan practicada como el fútbol, la capoeira es una danza y un juego que desciende de un entrenamiento marcial disimulado. Fue gestada en el legendario quilombo de Palmares, donde en el siglo XVII se refugió un grupo de esclavos que habían acuchillado a sus amos. Libres ya, establecieron una comunidad abierta a indios y mestizos que promovió la rebelión y atrajo indómitos hasta alcanzar una población de 20.000 habitantes. La capoeira se practicaba como una técnica de combate, y cuando el quilombo fue arrasado, se difundió bajo la mascarada de una danza.


Blocos y Afoxés

Hay blocos tradicionales y blocos afro. El más antiguo entre los afro es Filhos de Gandhi, con sus más de 6000 miembros que forman un río blanco y azul. Entre los recientes los más conocidos son Olodum, Muzenza, y Malé Debalé. El Ilé Aiye es un espectáculo portentoso cuando sale de su base en Ladeira du Curuzu, en el barrio de Liberdade.Imaginaos el carnaval con otra música: misión imposible. Los negros entraron a la fiesta de blancos que era el carnaval a fines del siglo XIX con sus bandas, llamadas afoxé, al ritmo del ijexá, un ritmo surgido de los ritos del candomblé. La primera afoxé se llamó Embaixada Africana.


Candomblé

Candomblé es una palabra con mucha música y que crea mucha confusión a la hora saber qué designa. Los bahianos llaman candomblé a una religión, sus ritos o el lugar donde se desarrollan esos ritos. De lo que no hay duda es que tiene que ver con una religión en origen africana y luego sincretizada, que tiene por dioses a los orixás, espíritus de la Naturaleza, protectores de la casa y la maternidad, guerreros, reyes y reinas de África y muchos más.


Orixás, los dioses del Carnaval

Exú: mensajero entre los hombres y los orixás. Color: Rojo.
Ogum: abre caminos. Color: azul oscuro.
Oxumaré: unión del cielo y la tierra. Color: verde y amarillo.
Iansã: orixá de los vientos y las tempestades. Color: Rojo.
Logun Edé: orixá de las selvas. Color: azul y verde.
Oxum: orixá de los rayos y los truenos. Color: dorado.
Nanã: la más vieja de las orixás de las aguas. Color: blanco y azul.
Loko: orixá de la jungla y los caminos, protector de los pobres. Color: blanco.
Ossain: dueño de las hierbas, es el médico de los orixás. Color: rojo y azul.
Ósala (conocido también como Oxalufã y Oxaguian): orixá supremo. Color: blanco.
Iemanjá: reina de las aguas. Color: rosa y celeste.
Ifá: orixá de la adivinhação. Color: blanco


Irmandade da Boa Morte

Está compuesta por señoras negras, unidas bajo el manto de una cofradía católica que se formó hace dos siglos para ayudar a esclavos fugitivos y para reunir dinero para comprarles la libertad. Son devotas de Nossa Senhora da Boa Morte, virgen que se superpone a Naná, Gran Madre de quien todos provendríamos, nos pasamos la vida buscándola y terminamos, con la muerte, volviendo a ella. Ella es quien nos inventa, reinventa, gesta, cría, suelta en el mundo, vive en las profundidades de nuestra esencia y después recoge el cordel para llevarnos de nuevo a su interior que es el origen de nuestros orígenes. Las hermanas visten todas de blanco: vestido, pulseras, pañuelo en la cabeza. Cantan canciones católicas, pero pronunciando las “a” y las “e” de un modo tan inconfundiblemente africano que cuesta entender el portugués.


Todos los bahianos son músicos

El carnaval de Bahia es música y todos los bahianos son músicos. Quienes se destacan entre ellos, alcanzan dimensiones universales. Uno de los que se ha disparado aceleradamente los últimos años es Carlinhos Brown, inventor del grupo de percusión Timbalada, quien tomó su apellido artístico de la expresión con que algunos turistas blancos llaman a los niños negros. Como músico tiene una versatilidad proverbial, con la que mezcla rap, funk, rock, trip-hop, sonoridades africanas, música brasileña y ritmos de otras latitudes americanas. Superpatriarca de los músicos bahianos es Caetano Veloso. Es uno de esos músicos que están más allá de lo clásico, son creadores de la fuente de los clásicos. Caetano inventó todo en la música brasileña. Comenzó a cantar y tocar guitarra en Salvador junto con su hermana Maria Bethânia, apasionado con la bossa nova de João Gilberto (el músico que cambió la manera de cantar y tocar la guitarra en Brasil, dejando de lado voces típicas y tradiciones) se juntó con Gal Costa y Tom Zé. Exiliado en Inglaterra durante la dictadura militar, nunca detuvo su enorme corriente creativa. Fue uno de los líderes del movimiento tropicalista con Gilberto Gil, otro deslumbrado por la revolución de la bossa nova, quien se conectó con Chico Buarque, Torquato Neto, Capinam y Elis Regina. Desde entonces su aporte ha sido continuo y prolífico, con acercamientos al reggae y el pop.


Pelourinho

Casco histórico de Salvador, capital del Estado de Bahia. Un enclave de maravillosa arquitectura neobarroca, nido del surgimiento de la cultura afrobahiana. APARTADO / Recôncavo
Área que circunda la Baía de Todos os Santos, región fértil usada para plantaciones. Mayor concentración de afrobrasileños, ha sido llamada la Roma Negra.


Cocina bahiana

En la cocina bahiana se cuecen las raíces africanas: moqueca (especie de cazuela de pescado), siempre sazonada con condimentos fuertes, bobó de camarão (crema de mandioca con camarones), vatapá (crema de pescado, camarones secos y frescos, y castañas de cajú), sarapatel (guiso de hígado y corazón vacunos), acarajé (buñuelo de masa de frijoles relleno con salsa picante y camarones) y caldo de sururu (especie de mejillón) o lambreta (almeja).



Maxim, España - Enero de 2006



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