miércoles, 22 de noviembre de 2006




ITINERARIOS: SAN LUIS
Por los bordes del aire


Por Gustavo Ng


Mientras el sol juega en el brillo del pedregal, cruzamos a caballo el lecho seco del río. Pisamos los guijarros que el agua ha arrastrado por estos parajes desde el principio de los tiempos. A caballo atravesamos las leguas interminables de pajonales que silban sin agitarse y a lomo de caballo, caracolenado, trepamos las faldas de las sierras de San Luis. Subir esos cerros es siempre andar por el aire del cielo. Encontraremos un arriero, envuelto en la bandera de niebla que es su poncho al viento.

Hemos salido de San Luis capital, luego nos recreamos en Potrero de los Funes y en La Florida; nos detuvimos en los pueblitos del camino y finalmente llegamos a La Carolina, paraje abandonado durante añares, y ahora rehabilitado.


San Luis Capital

La capital de San Luis arremolina en el centro árido de la Argentina esas grandezas que relumbran en algunos lugares del interior. Un paseo por el casco histórico muestra los magníficos edificios del Colegio y la Escuela Normal de niñas, del neoclásico italianizante común a fines del siglo XIX y la Iglesia Catedral, con momentos culmines de San Luis Rey de Francia, santo patrono de la Provincia, en el frontispicio. El púlpito y las pilas de agua bendita están hechas de ónix verde, la piedra que es marca de singularidad de esta provincia en el mundo. También son majestuosos los edificios del Consejo Deliberante y de la Casa de Gobierno, con sus fachadas recargadas de ornamentación y sus grandes patios de estilo ecléctico.

San Luis nació, en 1594, como parada en el camino real entre Santiago de Chile y Buenos Aires. Le dan un aire de intimidad acogedora sus calles y veredas coloniales. En el Museo “Dora Ochoa de Masramón” se exhiben huellas de los pasados del lugar, desde fósiles de libélulas y arañas gigantes hasta un estandarte arrebatado a los españoles en la Batalla de Chacabuco.


Potrero de los Funes

En viaje para acompañar las Sierras Puntanas, en las afueras de la capital nos detenemos en el Potrero de los Funes, valle rodeado por serranías de quebradas, arroyos y saltos, y uno de los lugares de veraneo más tradicionales de la provincia. Cuando el calor arrecia, los sanluiseños se refugian allí para sumergirse en las sombras densas de las arboledas y las aguas frescas de los ríos.
En medio del valle, el Embalse, emplazado en la cuenca del río Chorrillo y sobre el río Potrero, es centro de pesca, natación, windsurf, trekking, mountain bike, canotaje, cabalgatas y escaladas. Circunda el lago un camino de seis kilómetros, con vistas panorámicas de todo el valle. Obra de 1860, el embalse fue destruido por una creciente, reconstruido en 1876 y luego remplazado en 1927 por el dique actual.

Por un sendero que acompaña el Río Potrero aguas arriba se llega al encantador Salto de la Moneda, de unos 15 metros. En auto y luego a caballo se sube al Cerro Valle de Piedra, por una huella que bordea el arroyo Los Molles, que forma piletones de agua clara, rodeados de una exuberante vegetación serrana. También esperan ser trepados el Cerro Retana (exige un día entero de marcha), el Cerro San Ignacio, el Cerro El Moro, de pendientes muy pronunciadas, al que se asciende por huellas de cabras en medio de un monte de espinillos —ardua excursión que tiene como premio la vista de los diques Potrero de Los Funes y Cruz de Piedra. Puntos de visitas típicas son las quebradas de Los Cóndores (tiene lugares ideales para escalar) y del León Colgado.


La Florida

Por la ruta provincial 9 llegamos a El Trapiche, villa turística de veraneo, entre fértiles tierras de cultivos al pie de los cerros Trapiche, Virorco y las Sierras Grandes de San Luis. Hosterías, cabañas, campings, restaurantes y confiterías ofrecen una estadía reconfortante.

A ocho kilómetros, 45 kilómetros de San Luis, se halla otro embalse, el de La Florida, construido para abastecer de agua potable a San Luis y Villa Mercedes. Aquí también la recreación es fuerte: ski acuático, pesca en botes y paseos en lanchas. El lugar es ideal para bucear.

En un sector de la costa se ha dispuesto una reserva natural. Por un circuito se transita por un monte de molles, espinillos, chañares y caldenes, habitado por pumas, jabalíes, ciervos colorados, zorros grises, armadillos y garzas. La reserva tiene un centro de servicios, donde en semicautiverio vemos guanacos y llamas, pecaríes, vizcachas, ñandúes, boas de las vizcacheras, corzuelas, maras y faisanes.


La Carolina

Volvemos a la ruta provincial 9 para dirigirnos hacia el norte, remontando el río Grande, que vuelca sus aguas en el embalse de La Florida. En el Valle de Pancanta, cuando el calor se hace bravo en la ruta, damos con un refugio de sombras de viejos pinos, robles, álamos y sauces. La arboleda pertenece a la hostería Las Verbenas, emplazada a orillas del río.

A 83 kilómetros de San Luis encontramos La Carolina, antiguo poblado minero fundado por el Marqués de Sobremonte en 1792, hijo de la mina “Buena Esperanza, Romualdo y Extensión”. A mediados del siglo XIX vivió el burbujeante esplendor de la fiebre del oro. Con las últimas pepitas se fue el ajetreo, luego la vida pueblerina y más tarde, casi toda la gente. Sólo quedó como vestigio un caserío de una sola calle, una calle de tierra flanqueada por casas de piedra, que sigue elevándose hacia la montaña que guardó el mineral en sus entrañas: el cerro Tomolasta.

La vieja mina abandonada ha resucitado para quienes buscan algo mejor que el oro: momentos vividos con felicidad, recuerdos que el tiempo no podrá arrebatar ni agotar. Pueden hallarse esos momentos en este lugar haciendo base en La Posta del Caminante, hostería que ocupa un edificio construido por los ingenieros de la mina de oro, luego utilizado por los jesuitas como lugar de retiro espiritual. Se visita el galpón construido por la West Argentine Gold Company en 1870 para tratar el mineral extraído y recorrerse a pie el trayecto de una vía por la que andaba una zorra, atravesando túneles socavados en la roca y puentes sobre arroyos de vertientes hasta la misma entrada a la mina. Colocado el casco con lámpara y las botas de goma, se andará por 300 metros de galerías en cuyas paredes se desnudan los minerales de la carne del Tomolasta, estalactitas, cristales y la íntima humedad de la tierra.

Se invita a otras actividades incitantes, como arrear ganado por ocho kilómetros, desde La Carolina hasta el Valle de Pancanta, atravesando barrancas, cruzando arroyos, trepando laderas. Apurando la tropa por esos cerros. El final de la travesía provee un chivito con chanfaina que saciará el hambre que dio la faena. El visitante puede hacer postas de carretas por caminos de tierra, parando en los puestos para cambiar de cabalgadura y tomar unos mates. Y hay diferentes cabalgatas, desde viajes de cinco días por las sierras hasta paseos de cinco horas. No hay mejor manera de vivir San Luis que a lomo de caballo. El jinete, andando en silencio, se hace uno con el caballo. Con las horas, jinete y caballo se hacen uno con las sierras, sus piedras rojas, sus piedras grises, sus pajonales secos, sus hilitos de agua perfecta, sus árboles solos. Mientras por las arenas bailan los remolinos.




IMPERDIBLE / INTI HUASI


Hacia el este de La Carolina, por un camino serrano, se encuentra Inti Huasi, Casa del Sol, refugio inmemorial de aborígenes que se dedicaban a la caza y recolección de semillas. Es una gruta al pie de un cerro, una gruta de ancha boca que da al naciente. Uno tras otros, los grupos indígenas se refugiaron, vivieron, allí. Los aleros de la cueva son poco profundos; la gente debió protegerse con lienzos de cuero, construcciones de ramas o bloques de roca. En sus paredes inscribieron sus nombres, las cosas de su mundo, figuras geométricas que podrían representar animales y hombres; pinturas rupestres, les llamamos hoy. Alberto Rex González, patriarca de la arqueología argentina, utilizando el método de fechado radiocarbónico comprobó que hay puntas de flecha y restos de piezas de cerámica de una antigüedad de 6.000 años a. de C. Cuando los conquistadores llegaron, la zona era territorio densamente poblado por comechingones, gente pacífica que cultivaba y criaba animales y vivía en pequeños poblados de casas semisubterráneas y en aleros o cuevas de las sierras. Sus ancestros ya pintaban Inti Huasi mil años antes de que a un faraón se le ocurriera construir una pirámide.


Miniguía
Como llegar. En automóvil, desde la Provincia de Buenos Aires y Mendoza, por ruta nacional 7; desde Salta, Jujuy, Tucumán, Córdoba y Santiago del Estero, por rutas 9, 20 y 146; el Litoral y Santa Fe por rutas 11, 19, 20 y 146; desde Catamarca y La Rioja, por rutas 38, 15, 20 y 146; desde San Juan, por ruta 20 y 147; desde La Pampa, por rutas 35 y 7, y desde la Patagonia Andina, por rutas 40, 258, 237, 22, 151, 143, 153 (Mendoza) y 146. Aerolíneas Argentinas tiene vuelos los lunes, martes, miércoles, jueves y sábado que salen de Buenos Aires a las 11 (los mismos días, la vuelta sale de San Luis a las 12.55), y los viernes sale de Buenos Aires a las 19.00.
Dónde alojarse. San Luis capital tiene tres hoteles de tres estrellas con tarifas de $ 100 las habitaciones dobles. Los residenciales están cobrando la mitad. La oferta es amplia en Potrero de los Funes, desde el hotel 4 estrellas que cobra $ 160 hasta cabañas, complejos y bungalows con tarifas para cuatro personas que van de los 80 a los 170 pesos. Hay hosterías en El Trapiche, La Carolina y Valle de Pancanta (Las Verbenas, $55 por persona, pensión completa).
Dónde informarse. Oficina de Turismo de la Provincia de San Luis:
www.sanluis.gov.ar Email informes@sanluis.gov.ar Casa de la Provincia de San Luis en Buenos Aires. Azcuénaga 1087. Tel. 5778-1621/1647/1665.

Clarín - Suplemento Viajes - 29 de Octubre de 2006






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